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¿Cuándo parar de pulir un texto?

¿Cuándo parar de pulir un texto?

El momento exacto en que pulir se convierte en autosabotaje y cómo reconocer cuándo tu perfeccionismo está destruyendo tu voz

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Maïder Tomasena
jul 03, 2025
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¿Cuándo parar de pulir un texto?
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🎯 La pregunta del mes:

"¿Cómo dejar de ajustar un texto cuando la edición empieza a volverse pesada?"

Pero la pregunta real, la que nadie se atreve a escribir completa, es esta:

"¿Por qué no puedo parar de corregir? ¿Por qué cada vez que leo lo que escribí siento que falta algo, que podría estar mejor, que no es suficientemente bueno? ¿Cómo sé cuándo un texto está 'terminado' si siempre encuentro algo que pulir? ¿Y por qué, después de la quinta vuelta de correcciones, el texto suena menos a mí y más a un manual corporativo?"

Esta pregunta me llegó de Anita hace dos semanas y no he podido dejar de pensar en ella porque reconozco perfectamente esa trampa:

El momento exacto en que tu Jekyll editor (la parte que sabe de estructura, coherencia, impacto) secuestra a tu Hyde escritor (la parte que sabe vivir, sentir, conectar).

Y entonces empiezas a destrozar algo que estaba vivo.


🔥 Lo que nadie te dice

Hay algo que pasa en tu estómago cuando corriges desde el miedo. Es sutil al principio, como una pequeña contracción. Pero después de la tercera vuelta de correcciones, se vuelve un nudo. Después de la quinta, una piedra.

Tu cuerpo te está gritando algo que tu cabeza se niega a escuchar.

Porque hay dos tipos de edición completamente diferentes, y confundirlas es lo que te tiene atrapada en ese bucle infinito de ansiedad:

  • Edición desde la claridad: Es como quitarle las hojas secas a una planta. Cada poda la hace más fuerte, más bonita. Te sientes como una jardinera experta que sabe exactamente qué ramas conservar.

  • Edición desde el pánico: Es como arrancarle pétalos a una margarita. "Me critica, no me critica, me critica, no me critica". Al final tienes un tallo pelado en las manos y la sensación de haber destruido algo que era perfecto desde el inicio.

Y la diferencia se siente visceralmente. En las manos, en el pecho, en esa tensión que se acumula en la mandíbula.

Lo que viene: el test físico de 30 segundos que uso para saber si debo seguir corrigiendo o publicar ya, mi método de las tres revisiones que me salvó de perder 6 horas en cada e-mail, y por qué ese párrafo que llevas cambiando desde ayer ya estaba perfecto hace cinco versiones.

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