Ya no eres quien eras hace tres años (pero tampoco sabes quién eres ahora)
Has cambiado. Pero sigues pidiéndole a Google Drive, al branding o a la IA que te definan. Exploremos algo incómodo: cómo usamos las herramientas como oráculos porque nos da pánico el vacío creativo.
Tengo notas sueltas por todas partes.
En el bloc de notas del móvil, en libretas sin numerar, en márgenes de PDFs, en servilletas arrugadas. A veces incluso en Google Calendar, como si el día pudiera sostener esa idea.
No exagero si te digo que podría montar un museo del subrayado sin contexto.
Y aun así, o quizá por eso, cuando estoy bloqueada, lo primero que pienso no es: “voy a escribir”.
Es: “voy a poner orden.”
Entonces abro carpetas. Borro lo que ya no me representa. Hago espacio. Rediseño la estructura de mis contenidos. Me convenzo de que ahora sí voy a encontrar las palabras.
Pero no escribo.
Porque ese orden externo, en realidad, es una forma elegante de no mirar el desorden de dentro.
Lo que he descubierto con los años es que muchas veces me repito que estoy perdida, pero no es verdad. Es simplemente que estoy intentando sonar bien antes de atreverme a decir lo que de verdad quiero decir.
Y ahí es cuando las herramientas, los rituales y los sistemas, que tanto amo cuando tienen propósito, se convierten en disfraces. Disfraces caros, bonitos, funcionales. Pero disfraces, al fin y al cabo.
A eso le llamo yo hacer progreso aparente.
La sensación de estar avanzando sin haber escrito una sola línea con sentido.
Y esto, lo solemos hacer la mayoría con cierto estilo.
Con libretas de lino virgen que solo tienen la primera página escrita. Con calendarios editoriales en color pastel que no se han llenado nunca. Con prompts de IA que suenan mejor que tú, pero no dicen nada tuyo.
Todo eso, las herramientas, los rituales, los sistemas bien montados, deberían ayudarnos. El problema es cuando les pedimos que nos den lo que no nos atrevemos a sacar de dentro.
Cuando usamos la herramienta como oráculo. El sistema como escondite. El branding como máscara. Y ahí es cuando lo que parece claridad se convierte en lo que yo llamo evasión de lujo.
A este fenómeno, en varias newsletters académicas sobre tecnología, cultura o IA que suelo leer lo llaman soft models: estructuras suaves a las que proyectamos sentido, aunque no puedan sostenerlo. No porque sean malas, sino porque es más fácil pulir lo de fuera que sentarse con lo que de verdad nos quema por dentro.
Es la diferencia entre preguntarle a la IA: “¿Qué debería escribir?” y preguntarle: “¿Qué ves en esta idea que yo aún no veo?”
Yo la verdad es que lo veo más simple: siento que son intentos de no perdernos del todo.
Como tener un martillo buenísimo y usarlo para clavar chinchetas. No porque sea la herramienta adecuada, sino porque nos tranquiliza tener algo que hacer.
¿Cómo sabes cuándo estás usando algo como muleta emocional, en lugar de como herramienta?
¿Te reconoces?
Normal.
Todos lo hacemos.
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Y ojo, no quiero que me malinterpretes. No está mal tener rituales, sistemas y herramientas. El problema es cuando confundes el andamio con la casa. Como dice Benedict Evans sobre la IA:
No se trata de evitar la herramienta, sino de saber para qué la quieres.
Y para eso, primero necesitas saber qué estás buscando de verdad.
A mí también me ha pasado.
He diseñado sistemas enteros de contenidos con códigos de colores que parecían el plano del metro de Tokio. He comprado libretas de 40€ jurando que esta vez sí, que el papel premium me iba a inspirar. He migrado de Notion a Obsidian, de Obsidian a Roam, de Roam vuelta a Notion, convencida de que el problema era la herramienta.
Y no solo yo. Seguro que reconoces alguno de estos:
La trampa del escritorio perfecto: Esa mañana entera reorganizando Google Drive. Carpetas con nombres como '2025_Ideas_FINAL_FINAL'. Subcarpetas por temas, por clientes, por estados de ánimo. Todo impecable. Abres el documento para escribir y no sale nada. El orden externo no te dio claridad interna.
El ritual del objeto mágico: El Pilot V5 de tinta líquida que se desliza como patinando sobre seda. Ese rincón con la luz natural perfecta a las 10:43 de la mañana. El café donde Hemingway habría escrito si viviera en tu barrio. Como si el ambiente correcto fuera a regalarte la inspiración del día. Pero la página sigue en blanco y tú sigues esperando.
La IA como oráculo: "ChatGPT, escríbeme un copy para mi servicio de fontanería". Te da 5 opciones perfectas. Respiras de puro alivio. Publicas. Y entonces te das cuenta: suena bien, pero no suena a ti. Es la voz de nadie hablándole a todos.
¿Te suena? A mí los tres.
Es como cuando ordenas el trastero para no enfrentarte a ese proyecto que llevas posponiendo. Sabes que está ahí, esperando. Pero es más fácil clasificar tornillos que ponerte manos a la obra con lo que de verdad importa.
Con la escritura pasa igual. Organizamos, sistematizamos, categorizamos… Lo que sea antes que sentarnos con esa voz que lleva años en el fondo del cajón, arrugada pero viva.
El jueves comparto 'El Ritual de la Primera Cita', lo que hago cuando me encuentro reorganizando archivos en vez de escribir verdades. Es mi método para cuando has fingido tanto que tu propia voz te suena a desconocida.
Como reencontrarte con alguien que conocías hace años. Los primeros minutos son raros. Pero luego recuerdas por qué os llevabais tan bien.
(Solo para suscriptores que prefieren la incomodidad de ser reales al comfort de parecer perfectos)
Dime: ¿Cuál fue la última vez que escribiste algo y pensaste "esto soy yo de verdad"? ¿Qué pasó después?
Te leo en los comentarios.
Maider una bofetada de realidad con mano abierta. La última vez que cogí las notas del móvil y escribí lo que de verdad sentía y como lo sentía fue hace dos domingos.
Nada de chat hoy ni nada de borrar, si lo leo de nuevo cambiaría algunos errores gramaticales. Pero lo escribí con el corazón y lo lancé en Instagram. Poco branding, poco de diseño pero mucho de mi.
¿Qué ocurrió? El triple de comentarios que un post normal en mi feed.
Al siguiente domingo, ya no le puse corazón ni verdad.
Le quise poner palabras de persuasión y ya no sonó igual.
Ainsss ojalá algún día pudiera conectar todo el rato con esa Noelia de aquel domingo.
Por cierto, identificada 💯 con el pilot V5, la libreta bonita y cara, el Notion y la madre que me parió, jajajaja
de piedra me he quedado! así, porque es real, tan real como que acá todos los días se va la electricidad. Así, contundente, sin opciones, es eso, sí o sí. Mira que organizo, tal cual, me compro agendas, reorganizo carpetas, releo lo esccrito en las agendas "de creatividad por arte de magia", y creo todo un calendario de publicaciones, con un sistema q me da para dos meses, para un canal q nunca abro. Y sigo ahí, tratando de salir del desorden, de imaginar cómo sería lanzarme y crear desde quien realmente soy.